sábado, 28 de febrero de 2015

Carta de Jorge Celdrán, uno de nuestros
voluntarios SVE en Bielorrusia:



Ya han pasado tres meses desde que llegué a Minsk. Tres meses en los que con el pasar de los días me doy cuenta de todo lo que ha sucedido, aunque en ocasiones parezca que no sucede nada nuevo.

La sensación que tengo desde hace un tiempo es que la vida en Bielorrusia es como una continua adaptación a diferentes cosas o situaciones. Es una continua sucesión de pequeñas victorias y pequeñas derrotas - solo pequeñas y en ningún caso traumáticas - diferentes estados de ánimo que van marcando cada día el rumbo - o hasta qué punto vas a ser capaz de llegar - ¿Llegaré a hablar ruso? ¿Conoceré más a fondo a los habitantes de Minsk o incluso haré buenos amigos? ¿Estarán siendo mis actividades todo lo productivas que querría o si servirán de algo? Me pregunto, en fin, si esto supondrá algún cambio en la mentalidad –- en la mía o en la de otros - o si es posible que esto que estoy haciendo abra en alguna de esas cabezas otra vía de pensamiento.

Muchas preguntas, dudas, estados de ánimo, victorias y derrotas que van siempre de la mano y construyen un mismo camino que, observado detenidamente, te das cuenta de que sí; que has avanzado y en algunos momentos te puedes sentir bastante bien adaptado. Sin  olvidar que mañana mismo quizás algo nuevo aparecerá y tendrás que dar un nuevo rodeo para readaptarlo todo.

Sabía en cierto modo que esto sería así, que uno de los objetivos del Servicio de Voluntariado Europeo es aprender a vivir y convivir en otros países y entre otras personas. Es además uno de los principales motivos que me impulsó a participar en este programa y elegir Bielorrusia como destino. Un país cercano pero aun así fuera de la Unión Europea.

 Hace pocos días veía la película “Un lugar en el mundo”, de Adolfo Aristarain, y en una de las conversaciones que mantienen los protagonistas venían a decir que el riesgo y la aventura, el reto permanente, es lo que nos mantiene vivos. Así que no puedo estar más de acuerdo.  Todo, o casi todo, se convierte en un reto y eso es lo que hace la experiencia de voluntariado europeo en este país apasionante.

Salir de tu mundo, de tu burbuja, en la que te sientes perfectamente adaptado y cómodo. Llegar a esto que llaman “zona mágica” o de incertidumbre, abrir los ojos, observar y empezar a convivir con nuevos horarios; nuevas calles; autobuses y trolebuses - que no sabes bien si te llevan donde quieres, porque todo está escrito en cirílico y al principio te parecen garabatos - otra comida; otros lugares, diferentes espacios de ocio que poco se parecen a los que tenemos por “normales”; otros amigos que vienen de otros países y, aunque con tu mismo espíritu, tienen experiencias pasadas y formas de ver la cosas diferentes; el frío intenso que nunca había sentido; el comportamiento de los nativos en algunas situaciones…

En definitiva, una buena cantidad de cosas nuevas e interesantes que me gustaría ir explicando más a fondo con el tiempo. Por el momento no puedo más que dejaros con este mejunje de pensamientos que salen de mí tras tres meses por Minsk.    



Saludos desde Belarus.  пока!

Jorge Celdrán Girón






No hay comentarios:

Publicar un comentario